¿Qué cosas, verdad?


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Escribe: Filiberto Cueva | Opinión - 30 Aug 2016

Aurelia tiene aproximadamente 19 años y se encuentra participando en un taller sobre sensibilidad y emociones, conducido por un reconocido psicoterapeuta danés. Durante el taller, ella junto a sus compañeros comparten vivencias en las que han experimentado emociones al límite, las mismas que los han convertido en personas altamente sensibles.

En el segundo día del taller, Aurelia contó a sus compañeros que cuando era niña sabía de ciertas cosas mucho antes que estas ocurran. Comenta también que una vez su madre le dijo “cierra los ojos”, y que cuando ella los tenía cerrados, su madre le preguntó “¿Qué tengo en las manos?”, a lo que Aurelia respondió: “dos lapiceros, uno de color azul y el otro negro”.

“Mi madre no podía creerlo”, comentó Aurelia. El resto de compañeros se ven sorprendidos ante tal experiencia. Le preguntan si a partir de ahí su vida ha sido sencilla. Ella responde que no, pues se ha visto envuelta en múltiples dificultades. Como que su padre convenció a su madre que ella no era una chica normal y que necesitaba atención profesional de inmediato.

Según cuenta Aurelia en el tercer día del taller, la psicóloga que la trató, luego de algunas pruebas y conversaciones, concluyó en que ella era una chica “índigo”. Es decir, una chica especialmente diferente. Sobre todo, especial.

“Yo soy índigo. Es decir, que tengo mi lado espiritual e intuición más desarrollados que el resto de las personas”, comenta Aurelia como quien presume una joya o un billete grande. Por su parte, el terapeuta la mira, pone la atención en ella y sonríe. ¡Felicidades Aurelia!, le dice.

Por la tarde del mismo día, uno de los chicos se le acerca en privado y le dice a Aurelia que quisiera saber algunas cosas que podrían ocurrirle en el futuro. Si llegará a concretar ciertos proyectos y planes.

Aurelia le dice que podría averiguarlo. Pero que no es de un día para otro, sino que necesitan un espacio de unos 15 o 20 minutos para conversar; y mientras conversan, ella podría intuir qué cosas van a ocurrir o adivinar detalles acerca de él. Programan la cita al día siguiente después de terminado el taller.

En el taller, él comentó a unos 03 chicos que Aurelia se reunirá con él después de las actividades para intuir lo que le podría ocurrir y el cómo es él. Los chicos lo miran entre fascinados e incrédulos. Una combinación de ambas expresiones.

Al término del taller, este chico y Aurelia se despiden del resto caminando juntos. Caminaban con dirección a la cafetería. El terapeuta intuía que algo ocurría entre ambos, pero no quiso entrar en detalles, diciendo únicamente “nos vemos mañana”.

Por la noche de ese día, horas después de terminada la reunión con Aurelia, el chico envía un mensaje de whatsapp a sus 03 amigos para decirles que ella conversó con él y que ella entrecortó los diálogos para decirle: “Te preocupan los estudios, eres bueno con las matemáticas y te encantan los postres”. “A todas las afirmaciones que hizo Aurelia acerca de mí, le dije que sí. Pero en el fondo quería reírme. Porque todos los que estamos en el taller somos estudiantes, todos estudiamos carreras opuestas a las ciencias exactas y, claro, a todo el mundo le gustan los postres”, comentó la víctima de Aurelia.

Y continúa diciendo: “Tan luego Aurelia me dijo eso, la miré con un supuesto gesto de sorpresa y le dije ‘wou, Aurelia’. Ella, luego de oír que dije ‘wou’, se puso de pie para despedirse de mí, en una fabricada actitud de misterio”.

¿Qué cosas, verdad?

(*) Correo electrónico: filibertocueva@gmail.com


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