La guerra y la paz


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Escribe: Juan Manuel Castañeda Chavez | Política - 18 Dec 2016

“La paz se entiende como un estado de bienestar que permita desarrollar capacidades y conquistar sueños”, fueron las palabras del presidente colombiano en referencia al largo proceso de conversaciones que este año ha culminado con la firma del Acuerdo de Paz con las FARC. Reconoció también que la construcción de la paz será una tarea aún más difícil que afrontar una guerra.

Estas reflexiones son parte del discurso del presidente colombiano Juan Manuel Santos al recibir el premio Nueva Economía Fórum de manos de Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España, en el acto que tuvo lugar en el emblemático Teatro Real de Madrid.

Entregados a mediados del mes de diciembre, como cada año, los premios que anualmente otorga el organismo Nueva Economía Fórum, presidido por José Luis Rodríguez, son un reconocimiento al trabajo colectivo encarnado en diversas personalidades mundiales. Entre los premiados en las ediciones anteriores se encuentran Ban Ki-moon, en representación de las Naciones Unidas; Ángela Merkel y Lula da Silva. Al evento fui invitado por mediación del reconocido periodista peruano Eduardo Guaylupo Roncal, del diario La Razón de España.

En el año 2016, por su aporte en la construcción por la paz, los premios han mirado el horizonte colombiano, porque como es de público conocimiento, Juan Manuel Santos, en representación del pueblo colombiano, también ha sido reconocido con el premio Nobel de la Paz, concedido por la Academia Sueca.

Hace años era impensable imaginar un escenario como el actual, por ello nos retrotraemos al año 2012, en el cual realizamos una entrevista para el diario Los Andes al escritor colombiano Santiago Gamboa. Las preguntas tenían, como es lógico, un carácter literario, pero antes de finalizar la entrevista le preguntamos si vislumbraba un final en el conflicto interno colombiano y nos respondió que aunque se mantenía en secreto, se sabía que había conversaciones entre el gobierno y la guerrilla.

En aquel momento aquella clarividente respuesta nos sorprendió y cuando fue publicada pasó desapercibida porque aludía a un hecho que aunque factible parecía muy lejano. La posibilidad abierta del cese del conflicto a esas instancias prematuras dejaba cierto sinsabor por la lejanía en la que se encontraba el objetivo final, que era la finalización de un conflicto de larguísima duración. En términos literarios parecía dejar expuesto el nudo sin desenlace final que lo esclarezca.

Conforme pasó el tiempo, la solitaria mención comenzaba a cobrar forma; en los medios de comunicación internacionales se empezaba a hablar del tema y ya los titulares aludían unas conversaciones con sede en La Habana y más adelante hasta referían un final pactado del conflicto. Hoy en día, con referéndum y renegociación del Pacto incluidos, la firma de la paz es una realidad que empieza a ver la luz.

No fueron cien años de soledad, pero fueron casi seis décadas de conflicto armado interno enquistado en la agreste geografía colombiana como epicentro y extrapolado a la urbe, que causó mucho sufrimiento, con miles de víctimas y con una dinámica de violencia que integró muchos frentes y originó la migración forzosa de muchas familias, entre otras nefastas consecuencias. A través del proceso de paz, este largo episodio de conflicto interno llegaba a su fin de manera pacífica, es decir con el diálogo y el entendimiento de la razón antes que de la fuerza ciega del fusil, y aunque hay quienes aún no están muy convencidos, esta firma representa un triunfo de la voluntad por la paz consensuada en pro de un futuro venidero que cambie la destrucción por la construcción y el dolor por la esperanza.

Es importante destacar que la paz no solo beneficia al pueblo colombiano, sino beneficia también a los países vecinos, y en general a la región entera. Gran parte de Latinoamérica convive con una inseguridad estructural de compleja solución, pero con procesos como este se instala un importante precedente de paz, que es definitivamente el camino a seguir.

Una vez acabada la guerra interna, para el pueblo colombiano se presenta un desafío mayor: apuntalar la paz. Tendrá que cambiar una estrategia militar por una estrategia política y social inclusiva.

El mandatario colombiano mencionó en su discurso que el siguiente paso a seguir es brindar empleos dignos, educación y alternativas laborales, techo con servicios públicos y acceso a la salud para los sectores más desfavorecidos. Esa visión se hace necesaria e imprescindible porque la paz empieza, sin duda, reduciendo los niveles de desigualdad de gran parte de la población. Este será un esfuerzo compartido de muchos actores, por su parte, la Unión Europea, con España como socio en el Parlamento Europeo, ha aprobado un presupuesto para programas que reactiven en diversas áreas el territorio otrora campo de batalla.

Trabajar por la paz, sin duda, es un enfoque que debe extrapolarse a otros países de la región donde la inequidad ha generado en el pasado muchos conflictos que felizmente han sido conjurados pero que siempre están latentes de renacer si no se brindan oportunidades a la población. El estado de bienestar, a diferencia de algunos países europeos donde éste se reduce, en América latina debe tener su espacio ahora que algunos países como Colombia, Chile, Perú y México tienen sus dinámicas economías en franco crecimiento. Es un esfuerzo que no será fácil porque si se prioriza el área macro económica sin contar con la mayoría de la población, los fantasmas del pasado pueden aparecer. Desde nuestro punto de vista, la clave puede ser trabajar en la educación y propiciar la cultura, porque frente a una globalización que todo lo vuelve homogéneo, los múltiples rostros de la diversidad cultural pueden crear un ambiente de respeto y paz que cohesione las sociedades en busca de un fin común a todos, la prosperidad tutelada por la paz.

Si este capítulo de la historia contemporánea colombiana se cierra porque el epílogo de la paz desanuda la violencia, entonces una próxima etapa se abre con el camino de la concordia. En el siglo XIX, el escritor ruso León Tolstói escribió el monumental libro “Guerra y paz”. Hoy en día, Colombia, entrando de lleno al siglo XXI, tiene la oportunidad de reescribir su propia versión de una guerra que se ubique anclada definitivamente en el pasado y una paz que se instale en el horizonte, al amparo de los paisajes y personajes que representan el carácter colombiano que tan bien describieron García Márquez, Álvaro Mutis y Santiago Gamboa.


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