A propósito de la “Entrada de Qhapu”


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Escribe: Ana María Pino Jordán | Regional - 09 Feb 2014

El viernes 31 de enero, se realizó el segundo conversatorio sobre la “Entrada de Qhapu”, ritual que se realiza todos los años el 1 de febrero, víspera de lo que el calendario religioso marca como el día de celebración de la Santísima Virgen de la Candelaria. Según la tradición, esta entrada, está a cargo de la Gobernación de Puno.

Como se precisó en el conversatorio, la fiesta religiosa es el motivo por el cual, el pueblo, no sólo católico y no sólo andino, ha construido en el tiempo, la festividad. Interesante en esta oportunidad fue el intento de ubicar lo que podría significar el término QHAPU, con el apoyo de un lingüista quechua. Sin embargo, se hizo evidente que la entrada fue un ritual andino, tanto quechua como aymara, y probablemente trascienda a la región, los años y los siglos.

Los expositores y el público aportaron con rica información sobre este ritual:
- La entrada está a cargo del teniente gobernador que vendría a ser un sucesor del Cacique, Jilakata o Mallku.
- Era un ritual indígena
- Los ayllus de Puno tenían el cargo, a principios del siglo pasado
- El ritual se daba con una danza, acompañada con música ejecutada por la “pitubanda” la cual utilizaba instrumentos especiales (una quena corta denominada pitu y tamborcitos).
- La danza se ejecutaba a ritmo de marcha.
- Contaba con personajes como la paya (equivalente a la “china diabla” de la diablada; es decir, un travestido), el viejo, ukukos, entre otros;
- Generalmente hacían su ingreso a la plaza, donde se encontraba el templo, llamas o burros cargados con leña (que tenía que ser no tan seca y de especies aromáticas como la thola) pero también ingresaban jóvenes mujeres a caballo.

La cultura andina es caracterizada como relacional [1], holística, funcional y contextual según se expresa en sus idiomas. En consecuencia, se hace necesario releer, lo que estos rituales querían decir en su modo cultural y en ese sentido, intentaré algunas aproximaciones.

Indagando sobre el ritual andino, una referencia la encontramos en HISTORIA DEL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE COPACABANA, de Fray Alonso Ramos Gavilán, padre agustino, que fue publicada en Lima en 1621. El capítulo 24 de la primera parte, trata sobre el calendario festivo de la época (fines del siglo XVI)[2]. Señala que en diciembre, mes con el que se comenzaba el año, la gente se juntaba en Copacabana, en una gran plaza cerca del Lago, para festejar al Sol, los rayos y truenos (“Capacrayme”). Señala el cronista “a prima noche encendían una gran hoguera, que imitaban luego las demás islas, porque los moradores dellas viendo los humos, y fuegos, seguían a la que tenían por cabeza.

El fuego, la hoguera, en el sentido cristiano --sin ser el único-- se comprende en la necesidad de purificarse, estar limpio, para el encuentro con lo sagrado; otra acepción que se le da es que el calor producido por el fuego, contrarrestaría la helada que se presenta siempre en esa fecha; sin embargo, en el ritual andino, y retomando la narración de Ramos Gavilán, tal vez el humo producido por el fuego que quema leña verde y olorosa, podría entenderse como la invitación al convite de todo lo que se relaciona cósmicamente; es decir, lo que está en el entorno de este mundo, del otro mundo, del mundo celeste y el de las pakarinas (manantiales y espejos de agua); así mismo, permite la relación con y entre el calor y el frío, la luz con la oscuridad, etc. El humo cumpliría la función de puente cósmico relacional resultado de su concepción holística de la vida, en donde la gente (runa o jaque) es una parte del conjunto con funciones específicas.

Se entiende entonces, que la quema sea el inicio de la fiesta y también que a quién le corresponde hacer la invitación era (y es hasta hoy) a la máxima autoridad --en su relato, Ramos Gavilán menciona al propio Inka--, pues la fiesta es para relacionarse con máximas autoridades también --el sol, el rayo, el trueno, la virgen, un santo, etc.

En el conversatorio realizado, se discutió sobre el origen de la palabra Qhapu y si era Qhapu o Qhapus, si de ella procedía “capero o qhapero o qhapiru”. Lo que quedó claro es que el término no era ni quechua ni aymara y que podría ser un excelente tema de estudio.

Yo, provengo de zona aymara, y en mi pueblo, Cairani, la fiesta patronal es para la Virgen del Carmen, en julio. Desde siempre entendí que se llamaba entrada de capus porque capu se denominaba al haz de leña y como a la fiesta eran traídos, en cantidades ingentes, cargados sobre asnos --antiguamente seguro sobre llamas--, se pluralizaba la palabra. En fin, habrá que seguir indagando.

Dada la característica de la cultura andina, es posible que los personajes de la danza estén relacionados con la presencia y participación de aquellos que de otra forma estarían ausentes, como por ejemplo, un/a abuelo/a, un/a difunto/a, que como asiste desde su otra vida, para ésta, se invierte --un hombre vestido de mujer o un hombre con voz de mujer, además travieso o poco serio, conducta inversa a la que tiene cotidianamente--; un oso --parte de la colectividad no humana y que normalmente vive en otros espacios--, personajes con máscaras --la persona con máscara no representaría a alguien, sería ese alguien--, etc.

El conversatorio puso en evidencia la gran tarea que le correspondería al Comité de Salvaguardia de la Festividad de la Virgen de la Candelaria, formado a partir de su postulación para ser reconocida como Patrimonio de Cultura Inmaterial por la UNESCO, en tanto se trata de tradiciones que están en peligro de extinción, tanto porque se van perdiendo sus componentes --por ejemplo se mencionó que no hay registros de la música de la “pitubanda” y que sus ejecutantes a la fecha, son sólo ancianos-- como por las transformaciones drásticas originadas por la folklorización (tradición convertida en espectáculo) de las costumbres, exigida por la mercantilización de la cultura.

Otra tarea de este comité sería la investigación; por ejemplo, del origen del término Qhapu, porque la palabra expresa un horizonte de sentido, un topoi (lugar cultural); la participación de las jovencitas jinetes; la utilización del pitu que según se mencionó en el conversatorio, sólo se emplea en esta danza, y en fin, otras particularidades del rito que sería conveniente releer con categorías más próximas al sentido andino, esenciales para asegurar su pervivencia, respetando y legitimando su pluralismo cultural.

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[1] Raimon Panikkar (1999), la denominaría “cosmoteándrica”
[2] http://www.casadelcorregidor.pe/d-interes/_biblio_Ramos-Gavilan.php


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