Los Andes

Según la costumbre andina, la muerte no es desaparecer sino renacer en otra vida, por ello nuestros antepasados los Qollas y los incas enterraban a sus difuntos con todo lo necesario para vivir en el mas allá cómodamente. Es parte de la creencia popular considerar al muerto en la familia, visitarlo, conversarle, etcétera.

Refiere Eduardo Arizaca Medina, arqueólogo ayavireño, que luego del asesinato del inca Atahuallpa en Cajamarca más de mil mujeres y varones se suicidaron al saber de la muerte de su guía. Después los restos del inca fueron traídos hasta Palca en Lampa donde los dolientes ocultaban el cuerpo del inca y compusieron el tema los Ayarachis en su honor.

Así desde antes, al fallecido se le construía una tumba especial para que siempre esté presente, las pruebas son las chullpas y una serie de tumbas que se encuentran regadas a lo largo de nuestro altiplano. En suma, para nuestros antepasados la muerte fue sagrada y nada pasajera.

En ese mismo entender, al medio día del 01 de noviembre, como es la tradición, los pobladores de la región extendieron una sabana negra en una mesa y colocaron las tanta wawas en forma de llamas, �ngeles, gallos, el sol y la luna, en medio de bizcochuelos, maicillos, maná, los infaltables ramos de flores y las bebidas del difunto.

Así esperaron la visita del alma de sus seres queridos, entre el aroma de incienso, la tradicional ch’alla y el qh’intu a la Pachamama, pidiendo para que todo sea de provecho para el difunto, luego se emprendió el arreglo de las tumbas en los cementerios.

Ayer día central de Todos los Santos, luego de desatar las tómbolas armadas en sus domicilios, la población se trasladó hasta los campos santos colocando coronas y los arreglos florales a las tumbas; a los recientemente fallecidos les colocaron los alimentos de su gusto para saciarlos antes de su partida.

La tómbola improvisada encima de la tumba es ganada por una persona que se queda desde el inicio orando, cantando y derramando agua bendita a la tumba, mientras los dolientes reparten todo lo traído para el difunto entre las personas que acuden para rezarle al fallecido.

El recuerdo fue en algunos casos bailando y cantando, entre las melodías de las estudiantinas, sicuris, banda de músicos, solistas, dúos, tríos y hasta grupos de cantantes que acudieron para acompañar a los dolientes, los cuales no dudaron en refrescar el día con bebidas.

Lo malo fue que primó el comercialismo en esta fiesta, por poner un ejemplo, los vendedores de flores “hicieron su agosto� al vender unos diminutos ramos a dos soles con cincuenta céntimos, ni hablar de otros productos relacionados a la fecha.