El oscuro y rentable negocio alquiler de colegialas en Japón


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Escribe: Los Andes | Sociedad - 26 Jul 2015


Si en el Perú, específicamente en Puno, los varones adultos alquilan mujeres a cambio de comprar tragos o cerveza a elevados precios, en los night clubs, para conversar o tener sexo, en Japón sucede lo mismo, con la diferencia de que en el país asiático no hay bebidas alcohólicas y las damas de compañía son niñas y adolescentes de 10 a 16 años, conocidas como “JK” o colegialas.

No hace falta ser un país subdesarrollado para que exista la trata de personas, sino tener adultos que compran y venden a sus semejantes como si se tratase de cualquier mercadería, al cual se le puede poner un precio. Japón es considerado un país desarrollado, pero existe un oscuro negocio de trata de personas, de niñas, de colegialas.

Un informe realizado por el periodista Simón Ostrovski para la cadena de televisión Vice News, publicó una realidad bastante triste que se vive en las calles de Tokio, donde no vale la pena ser mujer, menos serlo entre las edades de 10 a 16 años.

En los conciertos de música K Pop o de colegialas, en las cafeterías y hasta en las calles, se observa cómo niñas vestidas de colegialas sonríen a los hombres adultos y les coquetean para que salgan a caminar, conversar, leerles la suerte y hasta, en el peor de los casos, tener sexo con ellos, todo por unos cuantos yenes.

En Japón, por la excesiva devoción al trabajo, las familias son disfuncionales. El padre trabajando 12 horas al día (más horas extras), la madre hace lo mismo y los largos viajes hacen que ya no haya tiempo ni para descansar ni para estar al pendiente de los hijos. Peor si los sueldos son bajos.

Entonces, viene el descuido y la necesidad de las adolescentes de vivir en un mundo rodeado del JK o cultura de las colegialas, donde la televisión, la música, los show, etc., giran en torno a esa corriente, el cual es aprovechado por adultos japoneses para sacar provecho.

En los principales centros comerciales de Tokio se realizan show de grupos K pop, donde verdaderas colegialas de entre 14 a 17 años bailan y cantan, no para un público adolescente como se puede esperar, sino para un público adulto, los cuales pagan sus entradas para ver a las adolescentes.

Al final del show, los adultos se acercan donde las artistas para conversar con ellas, verlas de cerca y hasta para sacar una cita e ir a caminar o conversar o algo más, esto según la suma de dinero que ofrecen en la caja de los establecimientos. Allí están las colegialas más “pitucas”.

Pero si no se cuenta con mucho dinero para poder alquilar una colegiala cantante de K pop, existen otras alternativas. En los barrios más alejados del centro de Tokio existen cafeterías donde ofrecen el alquiler de colegialas para conversar y para que les adivinen su suerte.

Establecimientos como estas cafeterías existen por doquier, a vista de las autoridades japonesas, quienes no actúan para poner fin a esta modalidad de trata de personas, aunque se haga parecer todo lo contrario.

El periodista Simón Ostrovski ingresó a uno de estos establecimientos y, antes de entrar, le hicieron quitar sus zapatos y colocarse pantuflas (costumbre japonés). Una vez dentro, pagó 3 mil yenes (30 dólares) para alquilar a una colegiala, quien le leyó su suerte y le explicó parte de su trabajo.

Ella se vio coqueta en todo momento, contando que al principio le pareció un trabajo sencillo, pero luego se puso peligroso y ya no pudo salir. Ella narró que camina y conversa con los adultos y hasta incluso masturbó a varios de ellos. También cobró por tener relaciones sexuales.

En las afueras de las cafeterías, también hay colegialas que esperan poder “caminar y conversar” con adultos, pero no lo hacen solas, pues hay hombres en cada cuadra que las vigilan, e intervienen a cualquier persona que pretenda filmar o tomar fotografías.

Si bien este problema viene de hace 20 años atrás, en Japón este negocio del “JK” no es considerado como trata de personas, pues las niñas no son encerradas ni privadas de su libertad, pero existen hombres adultos para los cuales trabajan y son ellos los que se llevan la mayor parte de las ganancias.

El gobierno japonés firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y es miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) al haber aceptado el protocolo de Palermo contra la trata de personas, pero no toma acciones en contra de este caso, que es evidente.


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