El sonido de la banda peruana Los Saicos vibra en Madrid


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Escribe: Juan Manuel Castañeda Chávez FOTO: | Sociedad - 17 Apr 2016

Diario español ABC
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Con las manos alzadas, dando frenéticos saltos y bailes acompasados, los jóvenes cantan, gritan, siguiendo al vocalista, a quien llaman “maestro”. Erwin Flores es el que lidera todo este dichoso desconcierto, con su voz áspera y machacante, al ritmo de las canciones que su irrepetible grupo compuso hace más de cincuenta años en un distrito limeño llamado Lince. Los apasionados asistentes acudieron en Madrid al concierto que tres bandas locales, Los Bengala, Mujeres y The Phantom Keys, tributaron en homenaje al grupo peruano Los Saicos, quienes ostentan dentro de su singular historia la alargada leyenda de ser los inventores del Punk.

Poco después de la vorágine musical desplegada en el concierto intentamos sacar adelante un intercambio de pareceres con Erwin Flores, vocalista del legendario grupo. Después de este súper concierto, ¿Qué pensamientos te vienen a la cabeza?
“Nada, es el último, como este no va a haber otro; ya fue, además. Pancho se murió, el Chino se murió, ¿qué queda? Y este amor que nos ha enseñado, Madrid, España, cómo se va a repetir, yo creo que es hora de colgar las botas”- me responde, con la voz entrecortada.

Aún agitados después del despliegue de energía precedente, acométenos la segunda pregunta con una breve pausa, antes de lanzarla. 1964 – 2016 ¿Por qué la música de Los Saicos es tan vigente?
Erwin flores, haciendo una pausa aún más larga, se pone a pensar y dice casi gritando: “Esa es una buenísima pregunta; si encuentras la respuesta, me dices”.

Mientras buscamos la respuesta aprovechamos para explicar los antecedentes. En 1964, cuatro amigos forman el grupo Los Saicos y, por esas extrañas casualidades del terco destino, cuando lo que se acostumbraba era tocar las canciones románticas, melosas y bien acompasadas, estos jóvenes de clase media, quien sabe por qué endiablada razón, componen canciones contrarias a todo lo establecido en la escena musical de entonces (sin existir ningún referente anterior). Sus letras están fuera de lo imaginable: son irreverentes, tienen un aire iconoclasta y sobre todo les envuelve un ánimo alegre y desenfadado. Gozan de títulos tan provocativos como: “Demolición”, “La fuga de alcatraz”, “El entierro de los gatos”, “Salvaje”. Sus acordes son primordiales, tienen técnica y tienen furia, pero también tienen melodía, que encaja perfectamente con los coros que animan, impregnándoles un tono festivo, las canciones que latiguea la voz áspera y atrayente del vocalista. Aun las canciones más cadenciosas, llámese “Come on” o “Ana”, cantada por el bajista “Papi” Castillón, tienen el inconfundible sello de la banda, con ese sonido misterioso que atrapa, que engancha…

En aquellos tempranos años lograron un enorme éxito; dieron conciertos, grabaron seis discos de vinilo de 45 rpm, fueron el primer grupo sudamericano en grabar exclusivamente temas propios, abrieron importantes festivales y hasta tuvieron un programa de televisión. Fueron dos años intensos, hasta que en 1966, sin mayores explicaciones, simplemente dejaron de tocar y desaparecieron. Entonces las arenas del tiempo empezaron a enterrar a Los Saicos y, con su silencio, empezó la leyenda.

En los ochentas sus canciones son recuperadas, son versionadas y empiezan a circular de manera intensa por los circuitos subterráneos o underground que se estaban generando; entonces los Saicos se convierten en un grupo de culto; sin nombres, sin rostros, sobre los componentes de la banda crecen las incógnitas y surgen leyendas urbanas que sugerían, por ejemplo, que se fueron a la NASA, o que en un rapto de locura originada tal vez por su ruidosa música, los cuatro jóvenes se subieron a un Volkswagen y se hundieron en el Lago Titicaca.

Sin duda, el mito se había originado y con el paso de los años no hacía otra cosa que crecer. Las esperanzas de saber quiénes eran los Saicos estaban más que agotadas, ya no se esperaba que volvieran, mucho menos que tocaran sus canciones, pero volvieron…

Ustedes desaparecieron de la música, ¿cómo fue la sensación cuando volvieron y encontraron que el mundo les estaba esperando?, le pregunto.
“Es cojonudo”, dice, usando una expresión española y se ríe estrepitosamente, “imposible, imposible, cincuenta años después, la puta madre…”, agrega.

Porque lo que pasó no se lo esperaba nadie. Sus canciones, siempre presentes en el panorama musical, tendrían un renacer en el siglo veintiuno que se produjo paralelamente en España y Perú, y luego se extendió a toda Latinoamérica.

En 1998, un disco suyo llega a Radio Nacional de España y ante la incredulidad de los especialistas en la materia, con los primeros acordes de la canción “Demolición” llegaron las preguntas apresuradas: ¿Quiénes son? ¿De dónde son? Vuelven a poner el disco una y otra vez, y las preguntas continuaron: ¿De cuándo son? ¿De 1964? Imposible, no puede ser, esto es Punk, pero es que ese año aun… ¡el punk no había sido inventado!

Se escriben artículos de prensa, entrevistas, son incluidos en libros especializados y hasta se graban documentales sobre el tema, mientras tanto, con la naturalidad de aquellos años iniciales –exceptuando a Rolando Carpio “Chino” (guitarra y voz), que había fallecido poco antes– los Saicos, Erwin Flores (guitarra y voz), César Castrillón (bajo), Pancho Guevara (batería) se reencontraron después de muchos años y desenfundaron sus instrumentos. Demostrando ser de carne, hueso y sobretodo de un imbatible espíritu roquero (con nietos, pelo cano y pintas de buena gente), subieron a los escenarios y rescataron el sonido de sus canciones ante la incredulidad de los jóvenes que los veían como seres renacidos venidos de la noche de los tiempos del rock. Se presentaron ante ellos con la humildad que les caracteriza, sin darse cuenta que lo que habían hecho o sin darle importancia, más bien disfrutando las giras por España, México y Argentina y por supuesto, Perú.

Se reeditaron sus canciones en un disco recopilatorio que se agotó rápidamente, a su vez que se sucedieron múltiples homenajes como aquel que les brindaron en el barrio de sus primeros años, Lince, donde hay una placa que reza: “el Punk nació en este lugar”.

No esperamos más y después de mucho años, lanzamos la pregunta que siempre les quisimos hacer: ¿Ustedes inventaron el punk? ¿Esto es punk? ¿Esto es proto-punk?

“¿Tú qué crees?“, nos responde, y en este punto tenemos que hacer una pausa, ralentizar, porque la pregunta es fácil hacerla; sin embargo, la respuesta es harto difícil de conocerse.

Cuando hablamos de este tema, sin duda entramos en terreno peligroso, resbaladizo, minado de eventos anacrónicos, donde las respuestas fáciles no existen y tampoco hay sentencias concluyentes, todo es relativo a la vez que nada definitivo. Oficialmente el Punk nació a mediados de los años setentas, en Inglaterra y EEUU; sin embargo, ahí está la presencia de Los Saicos, mucho antes, en 1964, para desbaratar a la historia, para complicar las cosas, para exponer otra verdad, para dar otra versión, una más pura tal vez, más libre, en suma, más punk… sin reconocerlo, sin saberlo, porque el punk no había nacido cuando ellos ya lo tocaban, muchos años antes.

Las opiniones son divergentes en este sentido; para muchos el punk es tan peruano como la papa, y la inmensa mayoría del público latinoamericano e iberoamericano así lo dice. Del mismo modo, gente de la industria musical anglosajona, al escuchar “Demolición”, dice que es punk.

Hay quienes son menos entusiastas y recuerdan que en aquellos años había una dispersa eclosión de bandas de garaje que efectivamente se acercaban al sonido, aunque sin tanta estridencia. Hay quienes reconocen a Los Saicos como musicalmente cercanos al punk, vale decir, como protopunk, pero que no formaron movimiento; esa ola de renovación musical que llegó en los setentas de la mano de grupos como los ingleses Sex Pistols o los norteamericanos Ramones, entre otros, y que contenían un estilo de vida crítico con el sistema, más contracultural, con un contenido ideológico, si se quiere político, que musicalmente surgió como respuesta al virtuosismo y marcó una transformación del rock desde sus estamentos más profundos, impulsándole una renovación. En términos más amplios, este fenómeno significó una suerte de catarsis social que sacudió la sociedad y generó nuevas sinergias sociales menos encorsetadas, más libres.

Puestos a complicar las cosas, añado mi granito de arena, y planteo en este contexto el concepto de “centro–periferia”, y ahí lo dejo.

Volviendo a la conversación, resumo y admito apresuradamente –pienso que es un punk proto-punk– y cuento con el acuerdo del mítico vocalista, que dice: “Yo pienso lo mismo, y además siendo un género que tiene tantos seguidores en el mundo es un honor que piensen que yo inventé el Punk, es un gran honor. No creo que sea punk precisamente, pero proto-punk, sí.”
Medio zanjado el asunto crucial (habría que preguntarle a “Papi” Castrillón) y viéndolo disfrutar tanto con los grupos que han homenajeado al grupo cuando le preguntamos sí siente el rock en la sangre, nos dice: “De hecho, eso no hay manera de evitarlo, eso nace contigo y muere contigo”.

Damos fe de ello y preguntamos entonces por el futuro: ¿Seguirán haciendo música? ¿Viajando por el mundo con el sonido de Los Saicos?
“Puede ser, puede ser, en este momento no lo sé, pero la gente que está aquí, que ha demostrado esto, te dice que quieren que sigas haciéndolo, quizás no pueda evitarlo.”

Estamos seguros que no podrán evitarlo y que Los Saicos, Erwin (que sí trabajó para la NASA) y “Papi”, quienes residen en EEUU, seguirán enriqueciendo la historia de este singular grupo (desafortunadamente, Pancho, el baterista, falleció el año pasado). Porque el capítulo final de esta apasionante historia, a juzgar por las grabaciones del concierto por la televisión norteamericana, aún está lejos de ser escrito.

Agradecemos la gentileza a Erwin, quien zanja un “viva el Perú, carajo”, como frase de despedida, avanza un par de pasos para luego ser abordado por gente que le pide autógrafos, fotos, y recordamos cómo minutos antes, subido al escenario, alternando con los grupos que les ofrecieron el homenaje, demostró la madera de la que están hechos Los Saicos.

Sobre todo con una canción que definitivamente ya ha entrado en la historia del rock por su vitalidad, por su energía, porque tiene la particularidad de sacar el “punk” o el “proto-punk” que todo el mundo lleva dentro. Sigue sonando tan fresca, tan viva, que cuesta creer que haya sido escrita cincuenta años atrás; por esa razón ha sido versionada por bandas japonesas, latinoamericanas, norteamericanas y europeas, y seguramente habrán muchas más.

Todas las reflexiones se disipan, desaparecen, cuando escuchamos la batería acompasada que nos llama como los tambores llaman a la tribu, breves segundos después se presenta el bajo acompañando ese llamado y la atención ya está en la canción, entra la guitarra y con un par de notas nos embruja, nos atrapa, los segundos pasan y sabes lo que se viene, un segundo de silencio… y luego vuelve todo junto, y las voces de todos se funden con la música en un torrente de energía indescriptible, imparable, que la voz rasposa, rabiosa, amigable de Erwin guía, y entonces, sin darte cuenta, estás saltando y gritando… “tata tata yeee, yeee, echemos abajo la estación del tren, echemos abajo la estación del tren, demoler, demoler…”


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