Los yaliris, especialmente los que trabajan en los núcleos urbanos, acostumbran rodearse de objetos de poder similares a los que emplean los sacerdotes en la liturgia católica; de esta forma usan crucifijos para hacer sus invocaciones y leer la coca; repican campanas acompañando ruegos y oraciones, para “llamar animu”, comparten el vino (“como de Dios su sangre”, indica Carmelo Condori) e imponen las manos, ofrecen la mesa, etc.
El “maestro” Carmelo Condori solo establece una diferencia fundamental entre la actuación del padre y la de los Ch’ amakanis, y es que el padre se comunica con su “Dios” por el “libro”,mientras que los Ch’ amakanis lo hacen directamente con sus aphallas.
El Ch’ amakani es el “dueño de la oscuridad”, según recoge Berg (1985:49), derivado de la traducción literal del término. Este especialista tiene la capacidad de comunicarse y hablar directamente con los distintos seres tutelares, amparándose en las sombras. Esta cualidad ya fue rigurosamente recogida por los cronistas de la Colonia al referirse a los “hechiceros”, que hablaban en la oscuridad con sus “demonios” (Guamán Poma 1987:270).
Curiosamente, los actuales Ch’ amakanis no tienen inconveniente en hablar con “santos” relampagueantes que acuden a sus invocaciones y se constituyen en los principales ayudantes del Ch’ amakani; son sus aphallas.
El Ch’ amakani establece, en una sala oscura, una magnífica labor de mediación entre todos los personajes implicados en la aflicción sufrida por su cliente. Los seres tutelares son convocados y adquieren presencia mediante las diferentes voces que el especialista incorpora a lo largo de la conversación. De igual forma, los sospechosos de haber causado el problema que aflige al doliente son “traídos” a la habitación por los aphallas del Ch’ amakani y allí se les interroga e incluso son castigados de ser considerados culpables.
Con frecuencia, los seres tutelares recomiendan el ofrecimiento de alguna mesa destinada a aquellos personajes implicados en la aflicción del paciente. Cuando se despiden y el “maestro” o alguno de los presentes enciende la vela o una lámpara de querosene para iluminar la sala, aparecen testimonios que justifican la presencia de los aphallas durante la sesión. Por ejemplo, observar las hojas de coca del “maestro” revueltas y desparramadas fuera del tari (tejido rectangular empleado para llevar la coca), la presencia de algunas hojas alineadas sobre el tapete, o el alcohol derramado sobre el propio tari, así como en el suelo de la habitación, son indicios que muestran el gusto inconfundible de los aphallas por el pijchu o akulli de coca, con su respectiva llujt’ a (lejía preparada de ceniza de quinua, principalmente) y su afición por el alcohol.
Los aphallas son los personajes consultados por los Ch’ amakanis en sus sesiones nocturnas.El Ch’ amakani les considera sus “apoyos” en la resolución de los casos. Llegan “como viento” al interior del recinto, convocados por el especialista y se disponen sobre el hombro del “maestro”, al que tratan de una forma rigurosa, según el carácter de cada aphalla. El “maestro”, al que los aphallas se refieren como “muchacho”, jadea por el peso que soporta.durante la sesión.
Los aphallas de los Ch’ amakanis contemporáneos, pueden ser santos ecuestres (depende del “camino” que siga el propio Ch’ amakani), hablan y reciben ofrendas, administrando lo que toca a cada comensal.
Este y muchos otros temas se podrán escuchar con más detalle en los siguientes toures nocturnos a los cementerios de Uchumayo, Puno y Juliaca. Para más detalles sobre misterios de la región Puno y Arequipa, pueden agregarse al grupo de Facebook de misterios más grande del país: Perú misterios, leyendas e investigación paranormal, y a los grupos de Facebook Puno Conectado y Portal Arequipa; y para agregarse al grupo de Whatsapp de misterios de nuestro país, pueden escribir al número 961727165, del editor.
Comentario sobre post