Nació en Lampa, Puno-Perú. Estudió literatura y periodismo en Arequipa y tiene estudios de maestría en literatura latinoamericana, mención en estudios culturales y de comunicación para el desarrollo. Ha obtenido el Premio Copé de Oro de Poesía, en 1995, y el premio nacional de poesía convocado por la Municipalidad de Paucarpata el mismo año; el 2016 ha sido finalista del premio internacional de poesía “Pilar Fernández Labrador”, de Sevilla, España. Ha publicado los libros de poesía “Etapas del viento y de las mieses” (1986), “Recital de poesía” (flor de cactus editores, 1990), “Elogio de la nostalgia” (con prólogo de Pablo Guevara, Lluvia editores, 1995), “Montaña de jade” (Premio Copé de Oro de Poesía, ediciones Copé, 1996), “Mares” (Lago sagrado editores, 2002), “El laberinto” (2008), “Coca” (2009), “Mare nostrum” (Universidad Nacional del Altiplano, 2013), “Mar de la intensidad” (Cascahuesos editores, 2014), “Falsedad bellísima” (Cascahuesos – cartonera editores, 2015), “Causas naturales” (La Travesía editores, 2019) el cuento “Rosario a las seis” (2005); otros textos literarios y artículos periodísticos ha publicado en varios países en revistas y diarios impresos y electrónicos. Ha ocupado diversos cargos en la administración pública y ejerce la docencia universitaria. Mantiene la columna “El barco ebrio”, que se publica en diversas revistas nacionales y del extranjero, y el blog “La silla prestada” donde reflexiona sobre literatura, periodismo, política y cultura.
Miranda en la sierra sur (*)
II
Dicen que la vieron deambulando en la plaza de Ácora un lunes
de feria, polleras negras hasta los tobillos, pies descalzos y cabeza
gacha, montera remendada para protegerse no del sol, sino de alguna
mirada. También creyeron haberse topado con ella en las alturas de
Imata unos arrieros que habían perdido el rumbo de la noche,
preguntaron en una posada por el Sureste y un dedo flaco señaló
el horizonte, los ojos dueños del dedo estaban llenos de lágrimas.
No faltaron quienes al llegar a sus casas contaron que durante
tres días con sus noches una mujer lloró en el valle de Ollantaytambo
y el viento esparció su nombre en cada pueblo y el río creció
sin remedio y se llevó al mar penas y alegrías, todo junto.
La última vez que la vieron fue en la puerta del templo de
Lampa, consolando a un hombre que había quedado ciego
por querer tapar el sol con un dedo.
(*) Tomado de “Montaña de jade” (Premio Copé de Oro de poesía, 1996).
I
El poema (*)
Nada justifica la escritura de un poema
salvo la imperiosa necesidad de ser feliz,
En las cuatro esquinas en que se encierra el día se repiten,
en interminable e incontenible lamento,
el gemido de las almas y la oración de los dioses:
una invocación, un llamado a la palabra,
un sueño interminable.
Ese es el secreto de las canciones,
ritmo y voz interior que se descubre
muy lejos del tiempo, ajeno a los lugares,
lejos de los idiomas, apartado de las costumbres.
Así se sucede el poema,
lluvia de jazmines sobre un fondo violeta,
y no se abandona la fuerza de la mirada
como tampoco se renuncia al misterio de la soledad.
(*) Tomado de: “Elogio de la nostalgia” (1995).
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