Guillermo Vásquez Cuentas
Encinas escribe: “Fue la insistencia del estudiantado, sobre todo el abandono en que se encontraba por falta de la mano amiga que lo amparara y guiara en momentos tan difíciles, lo que me inclinó a aceptar esta postulación…” . El contrincante en el proceso eleccionario fue Víctor Andrés Belaúnde, entonces profesor sanmarquino, con “magnífica foja de servicios y merecido prestigio en la universidad”. El acto de sufragio se realizó el 15 de agosto de 1932, y el resultado de la votación fue favorable a José Antonio Encinas, por 98 votos contra 14 de Víctor Andrés Belaúnde.
Durante el relativamente corto ejercicio del cargo (un año y cuatro meses) tuvo como destacadísimos y cercanos colaboradores, nada menos que a Luis Alberto Sánchez, como director del Instituto de Extensión Cultural; a Raúl Porras Barrenechea, como director del Colegio Universitario; a José Jiménez Borja, como profesor asesor en aspectos académicos; a Jorge Basadre, como director de Bibliotecas.
Cesó involuntariamente del cargo de rector, cuando a su regreso de Panamá, a donde fue invitado a dictar conferencias en el Ciclo de Verano de la principal universidad de ese país, se le prohíbe el reingreso a la patria en el puerto del Callao. “Sánchez Cerro lo había deportado en ausencia”.
Su hermana Aurora cambia de vocación. Aurora había iniciado y seguido por tres años estudios de abogacía, en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Marcos. Al regresar José Antonio de Europa luego de uno de sus viajes, indujo a su hermana a seguir estudios en educación, con esta reflexión: “¡Cómo te vas a convertir en ‘pisacomisarías’ y en amiga y defensora de delincuentes, apartándote de la hermosa tarea de ser maestra de niños y jóvenes, guiándolos por la senda del bien! ¡De ninguna manera! Cámbiate a la Facultad de Educación de San Marcos. ¡Tú serás maestra y juntos haremos una obra de defensa de nuestro pueblo y de nuestra raza!”.
Y por eso me cambié -cuenta ella.
Obsequio de un automóvil
José Portugal Catacora cuenta que “Durante su primer período como senador de la República, de 1945 a 1950, el maestro viajaba modestamente en ómnibus al Senado. En la esquina donde está ubicado el Colegio Dalton tomaba la línea 17 y se trasladaba hasta la Plaza Bolívar. En cambio, los senadores de la bancada de la derecha viajaban en automóviles elegantes.
En estas condiciones, el senador Emilio Guinmoye –que había estado observando cómo se movilizaba el maestro para cumplir con sus deberes de Senador– compró un automóvil y se lo mandó de obsequio, con chofer y todo.
El maestro agradeció cortésmente tal generosidad, pero se negó a aceptarlo. Varios días el automóvil estuvo en la puerta de la casa del maestro y el senador Guinmoye no tuvo más remedio que recogerlo.
Soy más que comunista
Durante su segundo período en condición de Senador, un día que se debatía el problema de la educación en el Parlamento, alguien con mordacidad (actitud que algunos políticos usan cuando ya les falta razones para seguir discutiendo) [dijo] que el maestro era comunista.
El maestro Encinas respondió: “Si defender los derechos del niño, del maestro y de la educación constituyen ser comunista, yo soy más que comunista”.
Encinas no perteneció a ningún partido; era un librepensador que defendía su posición, explicando que el pertenecer a un partido político, era perder la libertad. Y, en efecto, así ocurre. Y esta calidad, como lo hemos explicado, el maestro la exigía como derecho.
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