Entre Líneas con Carlos Peña Julca
Los 105 votos sentenciaron la salida del presidente Martín Vizcarra del Ejecutivo. Los congresistas desde el anterior pedido de vacancia (caso Swing) se la tenían jurada.
Los chats con el exministro José Hernández, para algunos congresistas, fue el detonante que necesitaban para demostrar la “incapacidad moral” del presidente. Pero como dicen “otorongo no come otorongo”, por eso no se puede explicar cómo es que la incapacidad moral de los más de 60 parlamentarios que tienen denuncias en la Fiscalía o aquellos que tienen sentencia probada y que están esperando la decisión del Congreso para que se levante su inmunidad parlamentaria, como el caso Acuña o Alarcón, no les importa al resto de congresistas.
Se trata de la disputa entre mafias comprometidas con las corruptelas de Odebrecht, “Los cuellos blancos”, “El club de la construcción”, que demagógicamente levantan las banderas de la lucha contra la corrupción.
¿Cómo hemos llegado al punto de que estos señores “Padres de la Patria” cocinen una vacancia sin más prueba que una denuncia periodística basada en tan solo dichos de tres aspirantes a colaboradores eficaces que llevan más de dos años tratando de obtener beneficios en la fiscalía?
Y muchos seguiremos diciendo cómo se llegó al punto de que a cinco meses de las elecciones un presidente del Congreso sonría satisfecho al convocar a una sesión donde él mismo se colocó la banda presidencial que nadie le entregó.
La corrupción no puede combatir a la corrupción, ni los cambios que el país requiere pueden provenir de las clases dominantes decadentes y antidemocráticas que han conducido al país al descalabro en circunstancias que es necesario afrontar la grave crisis sanitaria, el desempleo, el hambre.
Las fuerzas congresales que prometen liderar el país no garantizan una transición ordenada porque representan a los dueños de las universidades “chifa”, que quiere traerse abajo la reforma universitaria, al antaurismo radical y el fujimorismo revanchista que quiere tener fuera a sus líderes y a la derecha empresarial más achorada que quiere sabotear lo poco que se avanzó en el proceso anticorrupción.
Mientras tanto, los pobres que se mueren no solo de covid y de hambre, sino también de difteria, a los que no les llega el bono y a lo mejor ya ni les llegará, a los que quizá ni les llegue la vacuna de nada, a los que una pensión les parecerá un cuento de hadas eterno, seguirán guardando la esperanza de un nuevo amanecer. Solo unidos podremos lograr los cambios verdaderos que demandan las grandes mayorías.
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