Walter Paz Quispe Santos/Mauro Eloy Sucapuca Cutipa
El artista puneño Max Castillo, de orígenes pomateños y chucuiteños, es el que mejor ha estudiado y recuperado la imagen el duendecillo llamado “K’usillu”, personaje emblemático probablemente de origen prehispánico guardado celosamente en la imagen colectiva del poblador de Juli y que seguramente es producto de múltiples transmutaciones a través de la Historia del altiplano. El k’usillu era un personaje en extinción, condenado al olvido; pero hay artistas como Max Castillo que dedicó y le dedica aún gran parte de su experiencia creativa y recreativa a rescatarlo sobre todo en múltiples alegorías en la pintura. Los trabajos de Max Castillo en ese sentido son metalépticos como señalara alguna vez el gran teórico del arte Francés Gerard Genette; es decir, la metalepsis significa ingresar a los recovecos del interior del personaje para insuflarle vida, mostrar a través de ella todo los gestos y ademanes irónicos, burlescos a veces simpáticos para mostrar los vicios de una sociedad. Por ejemplo el K’usillo actual es la representación burlesca del español invasor en su atuendo hiperbolizado con unas medias blancas roídas unas trusas que expresan el pantalón colonial y sacos viejos con una nariz larga que muy bien podría ser la fanfarronería peninsular socarrona y dicharachera. En los cuadros de Max no solo encontramos estas expresiones icónicas sino como el arte lo exige momentos de transgresión y también subversión hasta llegar a la perversión que son las conductas típicas más prototípicas del ser humano en la vida cotidiana actual por lo tanto sus pinturas carnavalizan muchas veces lo obsceno y lo sagrado de las costumbres morales de los grupos sociales.
Max Castillo ha ido progresivamente como un artista necesario y urgente para interpretar las escenas contemporáneas cuestionadas y cuestionadoras del tiempo con su ícono de prefiguración alzada como un estandarte simbólico de los signos dominantes o los síntomas y tal vez los síndromes vivos de los padecimientos normalizados del ser humano.
Las veces que visitamos su taller en Puno encontramos a un artista maduro muy reflexivo siempre pensando en sus nuevos proyectos, una vez lo vimos organizando una Bienal del Arte Contemporáneo y en otras preparando cuadros para una exposición internacional en Madrid España y nuestras conversaciones siempre son sobre el estado de la cuestión del arte actual o las estéticas predominantes en las tendencias de la pintura. Max Castillo es un artista integro, cósmico y sideral cuyo ejercicio permanente sobre todo en la técnica del Oleo le ha permitido acumular su propia visión sobre la obra artística y siempre es aleccionador tratar sobre cualquier tópico de la plástica de todos los tiempos. Es un creador nato que también ha orientado muchos de sus cuadros hacia otros pretextos motivadores como la Festividad de la Candelaria, el Lago Titicaca que muestran su amor por Puno; verlo pintar en el fuego creador de cada día es una experiencia vital, un pacto por la sobrevivencia y con el esplendor de la plenitud y la intensidad de los sueños y el telurismo que la naturaleza impone. Y es justo que así sea.
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