La maestra Galindo fue una mujer práctica, su obra tuvo resultados importantes, por ejemplo enseñar a los niños y adultos a aprender a leer, escribir y hablar el castellano y aymara. Trabajadora en el campo, no sólo en el plano intelectual, sino también en el físico. Cultivaba los terrenos de la escuela en la planicie y en los andenes. Edificaba salones, ‘kanchas’, cercos, etc. Paniagua refiere: “En el plan de mejoramiento de las viviendas, la vimos [a María Asunción Galindo] trabajando personalmente, ya interviniendo en la preparación del barro para los enlucidos, ya con el badilejo, el serrucho o el cepillo en la mano, como si se sintiera un verdadero peón o el propio dueño de casa, en su afán de ver prontamente mejorados los hogares” (Paniagua, en Palacio, 1954, p. 37).
También es importante anotar que otros maestros renombrados tuvieron como ámbito de ensayo a la ciudad de Puno; mientras que la maestra Galindo se sacrificó al laborar en la zona rural; aún viendo su condición de mujer, sin comodidades: el piso de los salones era de tierra; las carpetas de los alumnos, en algunos casos, de adobe; la luz de la noche, humeantes mecheros. Cultivaba la tierra sin complejos de género. No tenía sábados ni domingos, estos días se ocupaba en visitar a las familias de sus alumnos.
“Semanalmente ambuló de casa en casa, ora enseñando a lavar y planchar, ora instruyendo a los padres de familia sobre la crianza de los hijos y la organización de los diferentes compartimientos del hogar, ora interviniendo en las labores agrícolas de la comunidad y en la construcción de cercos para el ganado. Siempre estuvo con una sonrisa a flor de labios, con la que consiguió el voluntario acatamiento de la comunidad a su obra de acción social” (Ob. Cit. 1954: 37).
El esfuerzo que puso esta maestra también concretó la construcción de varios ambientes de la escuela, con el apoyo de los padres de familia, quienes ponían la mano de obra, ya que el presupuesto asignado del estado era ínfimo en relación a las necesidades del alumnado.
De tanta actividad física e intelectual, a las cuatro de la mañana del veinticuatro de junio falleció a causa de un derrame cerebral. No pudiendo realizar la actividad programada por el día del ‘indio’.
Pero, es curioso el hecho de que no se le haya dado el lugar que se merece, como sí se hizo, por ejemplo, con Telésforo Catacora, que haciendo un análisis comparativo, éste simplemente fue conferencista en la ciudad de Puno, no habiendo creado teoría ni experimentado en el progreso intelectual, afectivo y motor de los alumnos. Talvez una de las razones de esta injusticia hayan sido los terribles complejos que hasta ahora subsisten en desmedro del género femenino: el machismo.
Aún así, la maestra María Asunción Galindo vive en las mentes y corazones de todos los runa/jaqis que reaprendieron de ella los estilos de vida que en el Tawantinsuyu existían. De ser esta aseveración luengamente acertada, ella buscaba la armonía de la sociedad, la naturaleza y la racionalidad y la reparación del desequilibrio que antaño los europeos constituyeran.
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